9.5.07

CRETA, OTRA VEZ

CRETA, OTRA VEZ

En este artículo voy a obviar todo lo que ya escribí sobre Creta en mi libro “Mas allá de Itaca”, publicado en 1988. Sólo algunas reflexiones nuevas. Lo he hecho a trozos para que lo leáis con calma los interesados.

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Ya hemos vuelto de nuestro periplo. Ya retorno a escribir, como os dije, pero no quiero hacer aproximaciones exactas a nada, sólo dibujar tenues perfiles, visiones en una vaga penumbra, intuiciones más y más confirmadas, piezas sueltas que se van ciñendo al rompecabezas inicial, al de hace unos veinte años. Desde entonces sólo he vuelto tres veces a la isla de Creta, “Macaronesos”, isla de los bienaventurados, es decir, de los buenos, bellos y felices. Ahí siempre fui feliz, yo también. Ni buena ni bella, desde luego.

Si tuviera que dar cuenta de mi experiencia en una sola frase, diría que hemos regresado de la Atlántida, o sea, del mito que esconde una realidad perdida. Un mito permanentemente contado para que alguien, alguna vez, lo descifre… y lo vuelva a contar. Esta vez de modo coral, porque colectivamente hemos ido aventurando hipótesis y compartiendo sentimientos. Y digo que venimos de la Atlántida porque no existe una civilización tan diferente a lo conocido como la cretense, mal llamada minoica, ya que el tal Minos no aparece por ninguna parte. A no ser…, sí, tal vez. Es posible que ese “joven príncipe” que pasea entre lirios y mariposas sea el tal Minos, un nombre genérico para denominar al rey del año o rey sagrado, aquel joven bien dotado que elegía la reina como consorte por un ciclo de tiempo que iba de nueve meses a nueve años. Es posible que luego fuera sacrificado con la promesa de habitar para siempre en “el jardín de las Hespérides”; tal vez desterrado después de haber disfrutado de unos años tratado “a cuerpo de rey”, no se sabe. Es también factible que el sacrificio cruento de una res, que aparece como tema recurrente en frescos y sellos, presidido siempre por una sacerdotisa, forme parte de un ritual sustitutorio.

He vuelto con la certidumbre de que las ciudades cretenses eran ciudades-estado con leyes propias y tal vez especializadas en diversos oficios o funciones que en conjunto cooperaban a la autosuficiencia de la isla. La leyenda relaciona tres de estas ciudades con los hijos de Zeus y Europa: Minos (Cnossos) Radamantis (Gortina) y Sarpedón (Malia). Sin embargo, es curioso que en el palacio de Cnossos sólo aparezcan reinas y sacerdotisas, a la vez que el llamado salón del trono, con un solo asiento, esté flanqueado por grifos, simbología evidente de la Diosa, representada por la sacerdotisa mayor. Y también es significativo que Gortina deba su nombre a una reina gobernante de la ciudad y no a héroe alguno, como a un tal Gortys. Es más, en esta ciudad aparece el famoso “Código de Gortina”, grabado en piedra en el siglo V a.C. Resulta sorprendente que en ese siglo, el mismo del esplendor de la Atenas de Pericles, existieran leyes para las mujeres que la gran ciudad del Ática no consideraba ni de lejos, recluyéndolas simplemente en el gineceo y negándoles la ciudadanía. Esta ciudad, que en esa época pertenecía ya a una sociedad esclavista y patriarcal, conserva sin embargo trazas de la antigua memoria igualitaria y legisla, no para los “ciudadanos” ni para el “sujeto universal”, sino para varones y mujeres, esclavos y esclavas específicamente. Por ejemplo, la mujer de Gortina podía tener bienes propios y reclamar ella sola ante un tribunal sin protector alguno; igualmente tenía el derecho de disponer libremente de todo lo que le pertenecía, de decidir sola su matrimonio, así como de dividir con sus hermanos la herencia paterna y materna. Una esclava seguía teniendo derecho a su propio cuerpo, y si era violada, el violador tenía que resarcirla con dinero. ¿No resulta realmente contundente para quienes siguen pensando que todo lo relativo a la Creta prehistórica no es más que un mito ingenuo que tiene que ver con el Minotauro y otras vainas?

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Sin embargo nada tenía de ingenuo aquello del salto del toro. Es evidente que jóvenes de ambos sexos desafiaban la fuerza bruta del animal arriesgando sus vidas. Muchos eran arrollados y morían en la ceremonia. ¿Qué sentido tenía todo aquello? Yo creo que se trataba de un rito iniciático, de un rito de paso, de un deporte de riesgo acaso, aunque lo novedoso es que fuera la misma prueba para varones que para mujeres, lo que indica que no era cuestión de potencia muscular solamente, sino de dominio, de valentía, de prudencia, de agilidad, de un control rayano en la excelencia psíquica. Me pregunto si esta prueba era para todos los cretenses o bien para los destinados a funciones determinadas a quienes se exigían virtudes en grado sumo. ¿O bien eran elegidos aleatoriamente para cumplir con algún rito de fecundidad que mantuviera la riqueza de los campos y la reproducción de los ganados?

A veces he imaginado al aqueo Teseo, copero tal vez en la corte de Cnossos, señalado como candidato para cumplir con el rito. No se sometió en su fuero interno, y fue armando su complot con ayuda de la princesa Ariadna. Por supuesto que en mitología los nombres propios significan colectividades. Teseo es los aqueos que habían ido llegando a la isla posiblemente en las propias naves cretenses como mano de obra, y es posible que muchos de aquellos aqueos fueran elegidos como víctimas propiciatorias del toro. ¿Fue ese el principio del fin de la civilización minoica? Imagino también otro escenario: ¿fue elegido Teseo por Ariadna como rey del año y justo antes de la “ejecución” la convenció para huir del palacio y apoderarse de parte de la flota cretense para navegar hasta Atenas? ¿Se trató de una inusitada historia de amor? Un amor que para Teseo, por cierto, terminó bien pronto cuando abandonó a Ariadna en la isla de Naxos. ¿Se la llevó tal vez como rehén? Curiosamente, Ariadna se unió entonces a Dionisos, cuyos misterios se propagaron desde entonces por todo el Mediterráneo, porque las religiones mistéricas no eran más que celebraciones secretas de los ritos que en la isla habían sido públicos. Ariadna pasó, desde entonces, a llamarse Líbera.

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En cuanto a la revuelta y toma de poder por parte de los aqueos, siempre he sospechado de aquellos seres de la montaña, los dáctilos y los curetes. En este viaje he podido perfilar más su posible sentido. Aparecen en los montes cretenses de Dikte e Ida en relación siempre con Zeus, el dios de los invasores, frente a la Gran Diosa del Mediterráneo. Dice Graves que mientras Rea paría a Zeus apretó los dedos sobre la tierra y de ahí surgieron los dáctilos, que como los dedos de las manos, eran diez: cinco femeninos y cinco masculinos. Estos últimos eran los curetes que pasaron a formar prte de la guardia personal del Rey del Año, mientras que las dáctilas femeninas estarían relacionadas con la magia: conocedoras de hierbas curativas y hongos psicodélicos sin duda. ¿Qué sucedió allí en las montañas, en torno a aquellas grutas? Del monte Dikte, cueva de Rea, los curetes pasaron al monte Ida, donde golpeaban sus escudos para que Cronos no oyera las voces de Zeus, es decir, para encubrir la rebelión.

Todo esto viene a cuento porque la opinión más divulgada es que aquella fascinante civilización fue destruida por el volcán de la isla de Thera, que produjo un maremoto con su posterior “tsunami”. ¡Qué teoría más rara! Primero porque una civilización no se destruye por un fenómeno de ese tipo; segundo porque ese tsunami no pudo llegar más que a las costas, cuando las principales ciudades estaban hacia el interior, y tercero, porque lo de Thera fue en el 1505 a.C. y la destrucción comprobada de los principales centros minoicos fue en el 1450, es decir, cincuenta años después. Fue una rebelión desde el interior, pues sabemos que los aqueos ya estaban dentro. No es difícil de imaginar. Los cretenses no tenían armas ni conocían el arte de la guerra; no vivían en ciudades fortificadas; no eran guerreros en definitiva. Su potencia residía en el comercio derivado de su numerosa flota, que llevaba por todo el Mediterráneo su artesanía, su aceite, su vino, sus piedras preciosas… Sabemos que en sus viajes

llegaban hasta las Casitérides (islas Británicas) en busca de estaño para la fabricación del bronce. En contraste, se atribuye a los curetes el descubrimiento del hierro en la isla a partir de la caída de un meteorito. ¿Fueron ellos los que utilizaron ese metal para fabricar armas por vez primera en Creta a instancias de los invasores? En este punto no tengo que imaginar nada: las matanzas se contarían por miles, al menos en los centros de poder. La arqueología ha desvelado que los palacios fueron destruidos violentamente, incendiados, asediados, despoblados. Sobre las ruinas se asentó una nueva dinastía, la micénica, es decir, aquea. Dos siglos y medio después arribaron los dorios y la destrucción fue ya total. Se impuso la barbarie. Luego, los siglos oscuros hasta que Homero comenzó a cantar las proezas de legendarios héroes ……

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En Gortina existe un roble, de una variedad propia de las tierras del sur, bajo cuya sombra se nos dice que tuvo lugar la unión de Zeus con Europa, a la que había secuestrado en las playas de Fenicia tomando la figura de un espléndido toro blanco. Esta unión, a la que podemos llamar sin paliativos violación, significa que el Zeus ya adulto, que ha ido creciendo y haciéndose fuerte en aquellas montañas, destruye sin piedad aquella civilización pacífica y matriarcalista e inicia una dinastía ya indoeuropea y griega, de la que nace una realidad nueva: Europa. El mito nos dice que de esta unión nace Minos, que daría origen al nombre inadecuado con el que nombramos indiscriminadamente todo aquello: civilización minoica.

¿Cuál sería, pues, el nombre más adecuado a la antigua cvilización cretense? Si leemos la descripción que pone Platón en boca de Critias cuando discute con Timeo, Sócrates y Hermócrates sobre las mejores leyes posibles de la ciudad habidas en la historia, podemos comprobar que está refiriéndose a la Creta primitiva bajo el nombre de Atlántida. Habla de la Diosa, como referente de la divinidad, habla de leyes justas, de igualitarismo, de enormes riquezas, de numerosísimas naves, de puertos fastuosos, de una tierra ubérrima, de palacios y casas sobrias pero avanzadas tecnológicamente, de toros, de fiestas, de alegría; habla de la belleza de sus habitantes, de su sentido de la justicia, de su referencia siempre a la “ciudad madre” o metrópoli, les llama bienaventurados…. Y luego dice que al mezclarse con otras razas, perdieron sus cualidades casi divinas y ese fue el principio de su decadencia y destrucción. Pero Platón no es capaz de superar un prejuicio que en el patriarcado se ha arraigado como tabú: la posibilidad de que el poder y la autoridad estuvieran en manos de las mujeres, entendiendo el poder no como dominio, sino como administración de la “polis”. Evitando este escollo, pudo decir de la Atlántida que constituyó el mejor gobierno de todos los tiempos. Platón era víctima del mismo tabú que hace presa en muchos autores de guías: jamás sacan la fotografía del fresco de las mujeres gobernantes en el salón tripartito desde el que promulgaban las leyes, impartían justicia o presidían ceremonias. Y, sin embargo, allí están. Todos pudimos verlas, contemplarlas, fotografiarlas…. Para mí fue la piedra angular de todas mis hipótesis hace ya veinte años.

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No obstante, me fue muy grato comprobar que nuestro guía en la Acrópolis, a la vuelta por Atenas, estaba de acuerdo con toda esta versión que le fui planteando sutilmente, sin avasallar, con preguntas casi ingenuas. Sí, Constantine, que era un poco bastante filósofo, nos dijo: “A estas alturas, desde la perspectiva actual y con todas las cosas que ya sabemos, nadie puede negar que Creta fue un matriarcado destruido por los aqueos en tiempos de Teseo”. Esa afirmación, hace unos años, hubiera sido impensable, lo cual abunda en la tesis de Pierre Bourdieu que dice que el patriarcado tuvo un comienzo histórico (en el tiempo), y que igualmente tendrá un final. Y contradice la aseveración de Simone de Beauvoir de que las mujeres “siempre” habíamos estado dominadas. Siempre, no. Sólo hace 5.000 años, más o menos.

Creo, pues, que puedo terminar afirmando lo que dije al principio: que venimos de la Atlántida, o, al menos, de un lugar que formaba parte de una civilización mucho más universal, que se extendía por todo los continentes antes de las invasiones indoeuropeas o de otros pueblos guerreros. Hasta no eliminar la guerra seguiremos cautivos de aquellos invasores.

No son hipótesis. Marija Gimbutas ya lo demostró arqueológicamente hablando hace unos treinta años, pero no se la ha tenido muy en cuenta que digamos. ¿Nos gusta tal vez a las mujeres ir de víctimas? ¿Se considera, tal vez, más eficaz políticamente? El victimismo, para mí, es algo deleznable.

Les aconsejo, por el contrario, que, si pueden, vayan a Creta, que disfruten, que recuperen aquella condición bienaventurada de sus antiguos habitantes y que disfruten de la vida. De ésta, de momento.

CASANDRA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Casandra. ¿no crees que las feministas deberíamos protestar en firme por la candidatura que no dejan presentar en un pueblo por ser solo mujeres?Yo creo que es inconstitucional. ¿por qué no organizas algo desde tu blog para mandar firmas... ? seguro que muchas nos apuntaríamos Ánimo a todas

Victoria Sendón de León dijo...

Ya lo dije cuando salió la ley de igualdad. Eso es quitarnos la autonomía como mujeres y como seres humanos: yo me uno o me alío con quien me da la gana. Sobre todo cuando se trata de determinadas opciones . Tendrían que haber escrito que "ninguna lista electoral podría llevar menos del 50% de mujeres". Claro que esto también coarta la libertad de los hombres, pero los partidos que no admitieran esto no valdría la pena votarlos.
Lo de las 13 mujeres pone de manifiesto esta contradicción, pero ¿qué me dices de los "partidos feministas" que se presentan a las elecciones? ¿Tendrán que incluir a los maridos o a los novios?
Yo creo que se ha vuelto a caer en el gran prejuicio patriarcal de que las mujeres tenemos que estar controladas por "ellos".
Lo de pedir firmas no sé cómo se hace, pero se puede proponer a Mujeres en Red, que tiene los medios.
CASANDRA